miércoles, 16 de julio de 2008

Budapest. La ciudad difícil

Budapest es una ciudad difícil. Definitivamente no es fácil transitar por ella: líneas de tranvía que se cortan sin previo aviso, tramos de calle sin acera teniendo que sortear los coches, gente que no habla inglés ni nada parecido... En líneas generales, el centro de la ciudad está muy orientado al turista y se pueden encontrar todas las tiendas típicas de cualquier ciudad occidental (Zara, H&M...). Además de restaurantes y cafeterías típicas donde degustar los dulces típicos del país, eso sí, a precios europeos. Pero basta caminar unas calles más allá de las céntricas habituales, o de equivocarse en una parada del bus o tranvía, para aparecer en una Budapest totalmente diferente. No es mejor ni peor. Es distinta... y auténtica. Quién sabe por qué, siempre solemos acabar en nuestros viajes visitando la ciudad "real". Basta salir de las calles Andrassy o Fashion Street (sic) hacia la avenida Bela Bartok, por ejemplo, para ver la Budapest real, la de los gitanos tirados en el suelo con sus perros mugrientos, la de la gente de a pie comprando en supermercados nada "fashion" o la de unas pastelerías muy distintas a las del centro, donde no hablan inglés (y hasta se azaran porque no te entienden) y hay que entenderse por gestos, pero donde puedes degustar pastelería artesana a precios húngaros. Lugares donde, en definitiva, no esperan ver a un "guiri" ni por casualidad. Budapest es como un niño a quien vamos a ver de visita. Si nos quedamos poco rato le veremos la cara limpia (el Parlamento, el Castillo...). Pero si nos quedamos más, es muy probable que llleguemos a verle el culo sucio.